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Usualmente le doy vueltas a una idea por varios días y de pronto estoy lista para escribir sobre ella. Pero como últimamente he estado inmersa en varios proyectos, no encontraba el tiempo para sentarme a armar los posts y se me fueron acumulando varios temas.

Uno de ellos es el bombardeo de información y las tecnologías de comunicación virtual a los que hemos estamos sometidos desde que justo hace un año se declaró la pandemia por el Covid-19 en Panamá. El otro tiene que ver con un descubrimiento que les recomendaré líneas más adelante.

Todos formamos parte de diversos grupos de WhatsApp. Y al no podernos reunir por las restricciones de movilidad, la intensidad de los mismos se ha incrementado, ya que no existe el desahogo de poder conversar por horas en algún lugar, ver nuestros rostros, nuestra sonrisa y escuchar nuestra voz. Me he dado cuenta con mucha tristeza de que una misma información puede enviarse a un grupo muchas veces sin que nadie diga nada al respecto: cae como en un pozo sin fondo. 

Los que me leen desde el inicio de este blog saben que desde marzo de 2019 medito diariamente con los 10 minutos con Jesús. Pero este es un grupo de una sola vía. No es así con muchos otros. No sé si a ustedes les pasa, pero hay varios de los que formo parte de los que me da pena salirme. Así como lo oyen. Sé de alguien que me diría: «Niña, pero qué pena ni qué ocho cuartos». Pero qué puedo hacer, así soy yo. Opto entonces por seguir recibiendo los mensajes, pero la realidad es que no tengo el tiempo para ver ni leer lo que me envían. 

He decidido poner un control de vista de pantalla y a las 10.30 p. m. se apaga el celular. Hay días que no le hago caso, pero en general me ha ayudado mucho. Cuando lo vuelvo a ver a la mañana siguiente, a veces tengo más de 60 mensajes en un grupo, más de 50 en otro, y así me voy. No hay forma de que en 24 horas pueda revisar toda la información que recibo. Muchas veces no los veo. 

Sin embargo, de lo que sí estoy pendiente es de los grupos de la familia, de sobrevivientes de cáncer y del grupo de oración. Hay varias guerreras en este momento pasando situaciones muy difíciles y me gusta poder apoyar en lo que pueda. También reviso a diario el grupo de oración, cuya dinámica me da mucha paz. Y de igual modo, me mantengo pendiente del grupo de la tertulia, ya que es exclusivamente para temas de los libros que estamos leyendo. 

Antes de la pandemia, las reuniones por Zoom ocurrían en contadas ocasiones, pero ahora hay tantas en una semana que a veces cuesta decidir en cuál participar. Lo peor de todo, y me perdonan, pero es lo que siento, es que no hay forma de que en una situación normal se pudiera asistir a tantas actividades. Primero porque el tráfico, buscar estacionamiento, comer, compartir en familia, entre otras actividades, no lo permitirían. Es algo descontrolado lo que está pasando ahora. Como decía un amigo hace poco, el día que podamos volver a reunirnos llegaremos tarde a muchos lugares ya que hoy podemos empezar una reunión a las 8.00 a. m. con solo quitarnos el pijama, ponernos una camisa presentable, peinarnos y arreglarnos la cara. O como pasa ahora con mayor frecuencia, manteniendo las cámaras apagadas, con lo cual no se sabe si las personas están allí o solo simulan estar conectadas por compromiso. Pasó hace unos días en una reunión, que el anfitrión procedió a llamar a una persona que estaba en la audiencia y esta nunca respondió. Pero estaba en teoría conectada, aunque su cámara estaba apagada. Esto nunca podría pasar en una situación normal, o estás o no.

El común denominador es que todo ha quedado supeditado a una relación virtual que, por donde sea que la miremos, es completamente impersonal. Nada puede reemplazar reunirse una tarde para tomar un café, por ejemplo, con los integrantes del grupo (Re)volver a Cortázar y comentar algún cuento de este autor o cualquier otro que hayamos acordado con anterioridad, así como escuchar algún relato que alguno de nosotros haya escrito.  Tampoco asistir a las tertulias literarias mensuales y poder tener la post-tertulia y actualizarnos sobre nuestras vidas. O las reuniones con compañeras del colegio. O salir con mis amigas más intimas y sentarnos juntas sin el temor de que alguna pueda estar portando el tan famoso virus. Extraño mucho las salidas al cine y después a cenar con parejas de amigos.

Pero una de las cosas que más añoro es recoger a mi mamá para tomarnos un café y conversar, poder abrazarla y besarla. Lo que sí he hecho es visitarla a su casa y, siguiendo el ejemplo de mi hermano menor, compré unas sillas plegables, las abrimos en el portal y allí nos sentamos a conversar guardando la distancia de los dos metros, ambas con mascarillas. Estos momentos han tenido sus encantos y por estos días hemos contado además con la compañía de la brisa de verano. 

Así es la realidad que vivimos en este momento. 

Recuerdo la primera vez que salí en pandemia por un tema médico. Lo más extraño fue ver a las personas solo a los ojos y no saber si me sonreían o no. Y pensé que igual les pasaba a ellas conmigo. Esta sensación de frialdad que experimenté la primera vez sigue estando conmigo. 

A medida que la vacunación avance en cada país será más seguro poder salir a ver a amigos y familia, pero todavía con la barrera de una mascarilla hasta que el 70 % de la población mundial esté vacunada.  

Por tanto, de la avalancha de información que se recibe, es cuestión de cada uno decidir a qué le dedica su tiempo.

Hace un mes recibí una invitación a una peregrinación virtual en Tierra Santa durante los días de cuaresma. El mensaje captó mi atención enseguida. Pero al entrar al sitio y darme cuenta de que me tenía que inscribir, no lo hice. ¿Por qué? Porque me ha costado mucho limpiar mi bandeja de entrada de correos de propaganda y pensé que empezaría a recibir mucha información. Pero entonces, llegó el miércoles de ceniza y recibí un mensaje de otra amiga adjuntándome el video del primer día de Peregrinos en la fe, de Magdala.org. Fue muy fácil empezar a verlo y comprendí que era el mismo al que me habían invitado anteriormente. En ese momento me dije que no podía, más bien, que no quería perdérmelo. La persona que me lo envió me dijo que había conocido al P. Juan María Solana, quien guía la peregrinación, cuando visitó Tierra Santa.

No voy a contarles sobre Magdala ya que con solo entrar a su página web podrán conocer su labor, por qué y cómo surgieron. Lo que sí quiero compartirles es lo que ha significado para mí estar realizando esta peregrinación virtual durante esta cuaresma en pandemia.

Doy gracias a Dios por prestarle atención al segundo mensaje que recibí, pienso que fue el Espíritu Santo que se hizo presente. Invité a Ramiro y enseguida aceptó y ahora la estamos haciendo juntos. En el momento que escribo este post vamos por el día 19. Ha sido un viaje de la mano del P. Solana, quien nos ha hecho experimentar la realidad de Tierra Santa. Cada día incluye una visita a un sitio santo y después una catequesis donde el principal enfoque es ir develando el misterio del Credo. De hecho, cada día la peregrinación inicia con la canción El credo peregrino de Martín Valverde, que Ramiro y yo cantamos. Ya casi nos aprendimos la letra. Es realmente hermosa e inspiradora. Es un momento que compartimos juntos todos los días y que ha motivado charlas sobre temas de nuestra fe, lo que nunca había pasado. Este es el mayor regalo de esta peregrinación.

He comprendido que Jesús nació, creció y murió en la misma tierra que hoy estamos visitando. Es un poco difícil explicarlo. Por ejemplo, es la primera vez que siento en lo más hondo de mi ser lo que fue la pasión de Cristo. Hasta ahora lo más fuerte que había visto sobre este tema había sido la película de Mel Gibson. Pero el día 18 de la peregrinación, el padre nos llevó a Notre Dame de Jerusalema la exposición de la réplica de la Sábana Santa de Turín, donde además hay objetos relativos a la pasión de Cristo. A través de la explicación del padre, tanto Ramiro como yo pudimos juntar toda la información en el cuerpo de Cristo, poder ver cómo sufrió y quedó su cuerpo. Fue algo impresionante. Apreciamos la escultura en bronce que se hizo de Jesús basado en la Sábana Santa. Como ya se nos había explicado sobre los objetos que usaron antes de crucificarlo en su camino al calvario, pudimos ver en su cuerpo las marcas, los desgarros, los moretones. Fue muy intenso. Y pude atisbar allí lo que nos dicen de entregar nuestros sufrimientos a Dios. Nada se compara a lo que Él sufrió, no solo físicamente sino moralmente. Aquí les dejo el enlace de ese día para que puedan vivirlo como nosotros lo hicimos https://youtu.be/Cz2xiZevBUU 

Gracias a Magdala y, muy especialmente, al P. Juan María Solana por esta peregrinación en Tierra Santa que él ha denominado «de las cenizas a la gloria». Si Dios así lo quiere, quisiera poder visitarla tan pronto se pueda. Pero, por lo pronto, un guía de lujo nos regala la oportunidad no solo de conocerla sino de adentrarnos en los misterios de nuestra fe. 

Anímense si no la están haciendo. Todavía se pueden inscribir y todos los días que han transcurrido están grabados. Así como podemos tener una maratón de Netflix por alguna serie de moda, o podemos leernos un libro de 800 páginas, bien podemos tener una maratón Magdala en esta cuaresma en pandemia. No se van a arrepentir.

Comments(3)

    • Eduardo Molino Paz

    • 3 años ago

    Tere has resumido muy bien la «nueva normalidad» de los tiempos que estamos viviendo y que a mi juicio, llegaron para quedarse por un buen tiempo. La vacuna protege, no es 100% efectiva. Hay que seguir cuidándonos.
    Me alegra que hayas encontrado el virus de la paz espiritual y que hayas contagiado a Ramiro.

    • Myrna de carles

    • 3 años ago

    Tere, muy bien describes la transformación de nuestro contacto y calor humano, hemos tenido que reinventarnos,. GRACIAS a Dios hemos sobrevivido a esta dura prueba. El aumento de los grupos de WhatsApp tbm han estado a la orden del día. He sido invitada a muchos con finalidades religiosas, lo cual agradezco un montón, cuando las quiero leer u oír lo hago en mi cuarto, en horas que se que nadie me va interrumpir, en mis caminatas matutinas, cuando estoy en espera cuando uno de mis nietos está en terapia . Los administradores han dedicado tiempo para regalarnos conocimiento, el cual nos engrandece espiritualmente, es por ello que en reconocimiento de lo desprendido de sus enseñanzas, de su tiempo, se me dificulta salir de los mismos, he aprendido mucho, me ayuda a corregirme, crecer y tratar de ser un buen cristiano

    • Payi

    • 3 años ago

    Me ha encantado esta recomendación! Voy a inscribirme! Me quedo con «Dios es Grande! Grcss tia 😘

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