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El 15 de febrero pasado viví un día inolvidable que ha motivado muchas reflexiones y, como sucede la mayoría de las veces, paso días dándoles vuelta a las ideas hasta que siento el deseo imperioso de sentarme frente a mi computadora a escribir. Ese momento es uno de los que más disfruto: comenzar a escribir y darle forma a un artículo, el cual estará listo cuando esté listo, como dice mi editor, y no cuando yo quiera que esté listo.

Y ese evento fue el matrimonio eclesiástico de mi hijo menor. Hacía cuatro años que se había casado por la civil, y, además, tuvo un noviazgo de diez años.

Su historia

Su historia comenzó no con una explosión sino a fuego lento: primero fueron amigos y, en el 2011, ese fuego lento se convirtió en amor.

La vida les presentó una buena cantidad de desafíos, entre esos el exigente horario de la escuela de medicina de mi nuera y cómo navegar por las complejidades de lograr verse. Después vino la residencia de ella en los Estados Unidos.  

Han afrontado cada desafío mano a mano.

Puede que la pandemia mundial haya cambiado sus planes, pero no pudo cambiar sus corazones. En una ceremonia espontánea en el lugar donde mi nuera hacía la residencia, en pleno invierno y rodeados por la calidez de sus amigos más cercanos, dijeron «Sí, quiero» en 2021, en el matrimonio civil 

Admiro a mi nuera por su tesón, por lo que ha logrado y porque en ese proceso que le ha tomado tantos años no ha dejado de ser la misma chica que conocí hace 14 años. 

Admiro a mi hijo por el amor que le profesa a ella. Por cómo la ha apoyado, la ha animado.  

La aventura de mi nuera de terminar sus estudios de medicina en los Estados Unidos y trabajar posteriormente allá es ahora la aventura de ambos.

Cuando uno recorre lo que los dos han vivido, es claro ver que es una historia de amor que ha superado todos los obstáculos.

El capítulo con Dios

En mis oraciones diarias siempre pedía: Dios mío, haz que sientan el deseo de casarse por la iglesia.

Y esta petición se hizo realidad. Fue un día de mucha felicidad para ambas familias cuando nos dieron la noticia. Iniciaban así su camino como pareja para encontrarse con Dios ante el altar.

Fue así como el 15 de febrero, ambos se embarcaron en un nuevo capítulo: un testimonio del poder duradero del amor, la amistad y mucha resiliencia que los llevó a querer bendecir su unión ante Dios.

El viaje del matrimonio

Viendo a mi hijo y mi nuera frente al altar, pensaba en lo que han sido los años desde mi matrimonio. Mi esposo y yo hemos tenido muchos días soleados, así como también varias tempestades. En dos ocasiones casi nos arrasan dos tsunamis. Hemos tenido que navegar en mares agitados, pero son esos momentos de crisis que pasa toda pareja, algunas más, otras menos, los que nos deben llevar a profundizar en la vocación del matrimonio que asumimos. 

El perdón ha sido el ingrediente fundamental. Un perdón mutuo que nos ha permitido recomenzar cada vez.

Como dice el papa Francisco: “Cuando la tormenta arrecie, dejemos subir a Jesús a la barca y Él permanecerá con nosotros”.

La recompensa de haber superado esas crisis es tener a nuestra familia unida y haber podido estar juntos ante el altar el pasado sábado 15 de febrero, viendo a nuestro hijo emprender este nuevo viaje con su esposa y con Dios, teniendo además a su hermano como padrino de la boda. 

Ambos decidieron embarcarse en un nuevo viaje donde la Sagrada Familia es la luz que los guía. La invitación que les hago es a que la tengan como su aliada. 

Como dice el papa Francisco, cada familia, a pesar de su debilidad, puede llegar a ser una luz en la oscuridad del mundo. Sabemos que no existe la familia perfecta, todos pasamos por momentos de crisis, pero si dejamos subir a Jesús, María y José en este barco, la aventura se vuelve luminosa y serán ellos los que nos guiarán.

A soñar juntos

El papa Francisco dijo en un encuentro con familias en Manila: “No es posible una familia sin soñar. Cuando en una familia se pierde la capacidad de soñar, de amar, esta energía de soñar se pierde, por eso les recomiendo que, en la noche, cuando hagan el examen de conciencia, también se hagan esta pregunta: ¿hoy soñé con el futuro de mis hijos, hoy soñé con el amor de mi esposo o esposa, soñé con la historia de mis abuelos?”.

Pienso que esa también es una de las cosas que nos ha permitido a mi esposo y a mí superar las crisis que hemos tenido. Soñar juntos. Siempre recordar cómo nos enamoramos. Dónde fue el primer beso. Porque la capacidad de soñar tiene que ver con la ilusión.

Mi hijo y mi nuera han soñado juntos. Su historia de amor lo refleja y ahora con la bendición de Dios esos sueños serán aún más luminosos.

Llegar juntos al cielo

El matrimonio es un camino de santidad. Llegar juntos al Cielo: esa es la ilusión que puede impulsar a cada matrimonio. 

Al respecto San Josemaría Escrivá de Balaguer profundiza cuando dice “el matrimonio está hecho para que los que lo contraen se santifiquen en él, y santifiquen a través de él: para eso los cónyuges tienen una gracia especial, que confiere el sacramento instituido por Jesucristo. Quien es llamado al estado matrimonial, encuentra en ese estado —con la gracia de Dios— todo lo necesario para ser santo, para identificarse cada día más con Jesucristo, y para llevar hacia el Señor a las personas con las que convive”.

Siempre digo que mi esposo es quien me va a ganar el cielo.

 ¿Por qué? 

Porque sin dejar de ser yo misma, procuro que él esté feliz. Si sé que a él no le gusta que lo interrumpa cuando habla, debo procurar callarme y escucharlo. Aunque a veces me cueste. No dejarme llevar por la impulsividad. Buscar los momentos para decirle algo, aunque para eso tenga que esperar dos días. Tener esto como mi norte me hace ser, a la vez, mejor persona. Y lo más importante abona a que nuestra relación sea cada vez más cálida.

Y esto tiene que ver con la unidad de vida

Es un término que conocí a los 26 años de casados. Cuando escuché lo que significaba me dije: Tere, llevas una vía totalmente incoherente, sin unidad de vida.

¡Qué diferentes hubieran sido las cosas en nuestro matrimonio si hubiera llevado una vida coherente!

¿Por qué? Porque era una Tere en mi trabajo y otra muy diferente en mi casa.

El reto es ser la misma persona en todos los aspectos de nuestra vida. No puede ser que sea exitosa en mi trabajo y llegue a mi casa cansada, sin ánimos de hacer nada, para hablarle de forma grosera o sin cariño a mi esposo. No puede ser que haga obras de caridad en una fundación y trate mal a las personas con quienes vivo. Lograr ese balance significa un perseverar cada día. Teniendo a Dios como nuestro aliado, todo resulta más fácil.

Cierro este artículo dejándole a los nuevos esposos estos mensajes:

No olviden que el secreto de la felicidad conyugal está en lo cotidiano. 

Está en encontrar la alegría escondida que da la llegada al hogar. 

Está en el buen humor ante las dificultades. 

Está en quererse siempre, con el amor ilusionado que se tuvieron cuando eran novios. 

Lleven una vida coherente, que lo más importante sea cuidar su relación, su familia, teniendo a Dios como su norte.

El amor se fortalece con las penas y los contratiempos que la vida siempre lleva consigo. Es entonces cuando el cariño se afianza. 

Y, siempre, siempre vuelvan, sueñen, con el 15 de febrero de 2025 cuando dijeron ante el altar, ante Dios: «Sí, quiero», y hasta que la muerte los separe.

One Comment

    • Maribel Ventura C.

    • 5 días ago

    Querida Tere cada vez me sorprendes. Como me sorprende el amor de Dios y que sin El no somos nada ni podemos nada.
    Felicidades por esa boda tan linda bajo la bendición de Dios y de la Virgen María.
    Felicidades por todos los logros que has alcanzado.

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