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Hace unos días organicé una reunión para el 26 de diciembre en mi casa, con el fin de agasajar a mi amiga Maru que vive en Estados Unidos y vino junto con su familia a pasar la Navidad en Panamá. En julio de este año nos reencontramos vía WhatsApp gracias a Mi Cáncer. Ella fue una de las muchas personas que me motivaron a escribir Te ofrezco mis puertas. Maru fue además mi tutora en matemáticas desde la adolescencia. Aunque fui muy buena estudiante, admito que me costaban mucho los números. Mi papá decía que yo quedé enredada desde que se introdujeron las matemáticas modernas cuando estaba en tercer grado. En secundaria se hizo todo más complicado y Maru prácticamente me adoptó. Eran frecuentes las sesiones de estudio en su casa. Sin ella no sé si hubiera logrado graduarme con tan buenas notas en matemáticas y física. Además, ella tocaba la guitarra, así que las reuniones también nos servían para cantar en grupo. El canto ha estado en mi vida desde que era muy niña. Nunca tomé clases, simplemente he disfrutado hacerlo, aunque no sea muy afinada. Por eso mis últimos cumpleaños los he celebrado con un karaoke e incluso uno de mis hijos me regaló uno nuevo en esta Navidad. 

Volviendo a la reunión, recuerdo que conversaba con Juan Antonio, mi hijo menor, sobre cómo he cambiado desde el diagnóstico del cáncer. Hace un año jamás hubiera organizado nada en casa justo después de Navidad. No lo hubiera siquiera considerado. Pero desde que supe que Maru venía, me pareció lo más lógico que nos viéramos en casa y que fuera con un karaoke. Deseaba darle un ambiente más cálido a la velada. Me daba ilusión vernos cantar reunidas con nuestras amigas, esos detalles que ahora les dan razón a mis días. Sin embargo, ese mismo día de la reunión, Dios puso nuevamente a prueba mi entrega a Él. 

Una vez que terminé los ciclos de quimioterapia había retomado mi rutina de ejercicios. Quería perder los cuatro kilos que había ganado durante el tratamiento así que había empezado a entrenar caminando y montando bicicleta, y aproveché además para reiniciar mi rutina en Figurella. Pero el cuerpo empezó a acusar los rigores del ejercicio. Dos semanas atrás caminé en la arena y sentí un dolor muy fuerte en la planta del pie izquierdo, cerca del talón. Poco después el dolor se corrió a la pierna. El lunes 23 no aguantaba más y tuve que ir al ortopeda. Me ordenó terapias y suspender todo tipo de ejercicio aeróbico, menos la natación. 

Mi terapia empezaba justo el día de la reunión, el jueves 26. Sin embargo, calculé que sí me daría tiempo, pues la terapia era a las dos de la tarde y el agasajo a las cinco y media. Pero nada resultó según lo programado. Apenas llegué a la terapia pisé mal. Resultado: fractura de la base del quinto meta del pie izquierdo, una fractura que impedía que me pusieran yeso. El médico me dijo que no podía apoyar el pie por un mínimo de dos semanas. Ni mucho menos manejar. La terapia de la rodilla también fue suspendida. Y tuve que incorporar a mis días un tipo de patineta que me permite desplazarme con un pie y una bota, como si fuera un robot. Me vino a la mente el viaje a la playa que había programado con mi familia para fin de año, temí que se arruinara, pero preferí concentrarme en la reunión con mis amigas.

Esa tarde, al ver que no podría llegar a tiempo a la casa, envié un mensaje al grupo de WhatsApp del colegio, que se llama Las pelas, en el que avisaba que había tenido un percance. No quise decirles lo que había pasado para no arruinar la celebración. Si les contaba, muchas no iban a asistir. Así que cuando finalmente llegué a la casa, el festejo había empezado sin la anfitriona. Primera vez que no podía organizar dónde iba tal o cual bandeja. Tuve que delegar los detalles finales por teléfono mientras iba con Romy, mi amiga y soporte incondicional, que me había ido a recoger al hospital. Para colmo, nos tocó un tranque descomunal de regreso. Como mi casa es de tres niveles, al llegar tuve que bajar al último, donde estaban reunidas mis amigas, desplazándome sentada de escalón en escalón. Todas quedaron impactadas al verme llegar de esa forma. Pero eso no arruinó la fiesta. Todo continuó sin alteración. La única diferencia es que esta vez me tocó participar del karaoke con el pie levantado y una bolsa de hielo puesta. La reunión terminó pasadas las diez de la noche y entonces me dirigí al nivel superior, otra vez sentada y subiendo escalón por escalón. No logré utilizar las muletas para esa maroma. Hubiera tenido que saltar con el pie derecho y sentía que mi balance no estaba del todo bien. Era peligroso. 

Al día siguiente, después de pasar una noche sin mayores contratiempos que la hinchazón, el dolor y el pie levantado, comprendí lo que había pasado. Otra vez aparecía un freno en mi vida: dos semanas si acaso la fractura suelda sola. De lo contrario, tendría que someterme a una cirugía para soldar los huesos con un clavo. Así que el viaje pautado para la playa se reorganizó para la casa que es de un solo nivel y que cuenta con elevadores y rampa. Me dispuse a organizar la casa que tendría que dejar por dos semanas. Y también a preparar lo que llevaría. Hice listas para que Aída, mi mano derecha, pudiera ejecutar lo que en otro momento yo hacía caminando presurosa de un lado al otro, mientras subo y bajo escaleras. Mi amiga Ángela se ofreció a ayudarme con el equipaje. Mi vestuario también había que cambiarlo ya que tenía que usar ropa que no se fuera a enredar en las ruedas del scooter de cuatro llantas. Todo esto lo hice desde mi estudio, que es donde escribo este post.

Allí permanecí hasta montarme en el carro, después de volver a bajar sentada de un peldaño al otro y despedirme por dos semanas de la ciudad, de manera forzosa, pero a la vez feliz. De nuevo tendría como compañía a la escritura y a mis libros, como en los días de la quimioterapia. 

Pensaba terminar el año 2019 gozando del mar, nadando, lo cual disfruto mucho. Tal como había sido el fin de año pasado. Pero como sabemos: “el hombre propone y Dios dispone”. 

A veces creemos que todo debe tener un significado simbólico y no necesariamente es así. Son solo cosas que pasan. Así es la vida. Hay que adaptarse a lo que venga, manteniendo el espíritu arriba, con una sonrisa, lo que a la vez les da paz a los que viven con nosotros.

¡Feliz Año 2020, amigos lectores de mi blog!

Comments(6)

    • Mónica M Guerrero M

    • 4 años ago

    🤣🤣🤣🤣¡cómo te entiendo! El 2018 fue desastroso para mí. Me caí, me rompí toda; me perdí la tan esperada fiesta de 35 años de graduadas, que a juzgar por las fotos y los comentarios, quedó genial; me perdí la feria del libro por primera vez desde su inicio; y meses después, poco antes de Navidad, y convencida que empezaría con mis caminatas, pisé mal y me fracture un dedo del pie. Un año después todavía duele a ratos, pero la vida continúa. Te deseo un grandioso 2020.

      • tere

      • 4 años ago

      Mónica, gracias por recordármelo y por compartirme los detalles de lo que fueron esos momentos. Te voy a mandar al Whatssap un poema que tiene que ver con este tipo de tropiezos.
      Un abrazo y Feliz Año.

      • Tere Dominguez

      • 4 años ago

      Mónica, gracias por recordármelo y por compartirme los detalles de lo que fueron esos momentos. Te voy a mandar al Whatssap un poema que tiene que ver con este tipo de tropiezos.
      Un abrazo y Feliz Año.

    • Mariate de Calzada

    • 4 años ago

    Tere, Ma Eugenia me envió este blog. Déjame decirte que escribes muy bien. Disfrute leyéndolo. Quiero desearte todo lo mejor y que tú recuperación sea definitiva. Tía Mariate, la mamá de Ma Eugenia

      • Tere Dominguez

      • 4 años ago

      Gracias Tía Mariaté por escribirme y por sus buenos deseos. Yo disfruté mucho ver a Maria Eugenia y poder atenderla en mi casa. Espero repetirlo la próxima vez que venga. Un fuerte abrazo.

    • Yoli Eleta

    • 4 años ago

    Que cómico Tere! Ando en las mismas. Desde el 16 de dic justamente el día de mi cumpleaños estoy acostada muchas horas al día por tema médico absolutamente inesperado. Tenía plan de año nuevo, mis entrenamientos de tenis para el Torneo la Amistad en Puerto Rico, paddle tennis con mis hijos, bici en El Valle con mi esposo Fulo, paseos x los cerros… todos han quedado en punto suspensivo…

    Aprecio la Salud como siempre… cuando uno está mal realiza lo valioso que es sentirse bien física y emocionalmente…

    Mis planes de ir en pollera a las 1000 Polleras están en veremos… mi plan de weekend con mis hijos en la playa también… esto es día a día hasta que me recupere… con una sonrisa detrás del dolor diario, y como decimos en panameño: PALANTE!!!

    Me perdí el karaoke en tu casa Tere, entre otros planes muy cheveres que tenia… ya vendrán días llenos de Salud para poder disfrutar la naturaleza y deportes… por ahora tranquila y a leer y descansar y disfrutar en familia… no hay queja nunca… abrazos

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